Miles de granadinos han aprendido que las noches de calor inaguantable lo son menos en las terrazas de Pinos Genil
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Las historias de las temperaturas de la semana pasada rozan la mitología. «Hicieron más de 40 grados en Puerta Real…» «No, más, eran 45…» Sea como fuera, no fueron noches para estar encerrado en un piso. ¿Qué hacer pues? La elección es elemental: buscar la frescura del río y la alegría de las calles y bares de Pinos Genil. El viernes por la noche hubo una caravana ininterrumpida saliendo de Granada para Pinos. Las terrazas en las orillas del río estaban de bote en bote. Y conforme avanzaba la noche la temperatura bajo a 27º.
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Esta invasión de forasteros con hambre y sed es una espada de doble fila. Por un lado es un coñazo no tener donde sentarse y tomar una cerveza en la plaza de tu propio pueblo. Por otro, da cierto orgullo ver como tu pueblo atrae a gente de fuera de buen criterio. Además, el calor no dura tanto; los pineros pronto recuperarán su tranquilidad.
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.¿A qué y a quién se debe esta avalancha veraniega de turismo local? Estoy dispuesto a afirmar que, en sus orígenes, además del Rio Genil y sus patos (¡que han crecido y ya son ocas!), el éxito de Pinos Genil se debe casi a una sola abuela, Marina, y su arroz caldoso. Y, si fuera por mí, su pueblo le brindaría un homenaje. Va por tí, Marina..